martes, 13 de enero de 2009

Somos quejosos por naturaleza o no sabemos querernos?

VIVIMOS quejándonos. De todo. Todo el tiempo nos quejamos. Somos unos llorones terribles.

Del sueldo miserable que recibimos a cambio de nuestro poco valorado trabajo, o de que las tareas que nos asignan no nos gustan, o que no encontramos a “la” persona que tanto buscamos y la lista puede ser interminable.


Las preguntas son: ¿Son siempre los demás el problema? ¿No tendremos algo que ver nosotros?

Y si en lugar de quejarnos tanto nos preguntáramos: ¿cuáles son nuestros sueños?, ¿qué tipo de trabajo nos gustaría tener?, ¿qué cosas debe tener la persona que estamos buscando?

Todos -o casi todos- tenemos sueños pero, ¿qué tan presentes están en nuestra vida diaria?

¿Fijamos metas en el tiempo o sólo nos quejamos de nuestra realidad actual?

Todos los éxitos empiezan con un sueño - no importa si es grande o pequeño-, un deseo por alcanzar, una idea. Pero, para ir por nuestros sueños debemos primero creer en nosotros.

Pero… ¿creemos en nosotros mismos? ¿Nos tenemos fe?

Tal vez, en sus respuestas estén las razones por las que en lugar de luchar por nuestros deseos, nos limitamos a quejarnos por nuestra "injusta" y "complicada" vida. Y la pregunta que hacemos es “¿Qué hice para merecer esto? Victimizándonos permanentemente.

Porque no nos amamos lo suficiente?

Porque no creemos que somos capaces de alcanzar nuestros más profundos deseos y, muchas veces, ni tenemos claro cuáles son esos sueños que están vivos en nuestro corazón.

Y si esto es así, como hacemos para descubrir que queremos y, después, encontrar los caminos para poder hacer realidad esos sueños?

Necesitamos desarrollar una buena “actitud”, aprender a ser optimistas, aprender a creer en nosotros y tener la certeza que tenemos el potencial para hacer realidad esos deseos.

Como lo hacemos?

Para hacer realidad los deseos, es necesario aprender a transformarlos en pequeñas metas alcanzables y que se desarrollaran en una secuencia tal que serán realizadas con poco esfuerzo.

Diría por ejemplo: “quiero una casa” y seguro que no aparece la casa…

Habría que desear, Quiero una casa, y comenzar por decidir hacer los cimientos, el piso, luego las paredes, el techo, y todo lo que lleva dentro. Y, finalmente… allí estará la casa… el deseo hecho realidad.

Pensar que aquello no debo desearlo porque es imposible es lo mismo que pensar en el fracaso y cuesta lo mismo pensar que es posible. Sólo que esto último es mucho más interesante y se convierte en un motivador positivo que se extenderá a todo lo que intentemos hacer.

Sentir, es la fuente principal de nuestro “poder hacer”. Tenemos que sentir con fuerza y los resultados llegaran y, no tarde o temprano. Llegarán en el momento preciso en el que estemos preparados para recibir lo deseado.

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