miércoles, 14 de enero de 2009

Pensaba que ella tenía que madurar

Una vez asistí a una charla en la que se hablaban de un montón de cosas entre las cuales, las relaciones de parejas que muchas veces eran tan “desparejas” que los integrantes terminaban “tirándose” de los pelos.

En aquella oportunidad exprese a viva voz que aun en las rupturas cuando madurábamos lo que había pasado… después de algunos meses de reflexionar sobre lo que había pasado podíamos “cerrar” el tema desde el perdón sincero al otro y hacia uno mismo y esto podía transformarse en un “renacer” de la persona y habilitarnos para cualquier nueva relación desde un lugar más sano. Sin rencores ni odios, ni revancha.

Recuerdo bien que unas filas más adelante mío, una señora respondió “que perdón ni nada parecido, ase hdp le hago la vida imposible hasta me quede algo de aliento...”

Quien dirigía la charla dice “Nunca mientras tengas odio en el corazón podrás ser feliz, y tu felicidad nunca podrá ser a cambio de la infelicidad que puedas o no provocarle al otro”… y la cosa quedó…”no me interesa, así lo disfruto yo, él que se muera”- dijo la señora.

Mucho me lamenté por ella y me dije a mí que bien que estaba haciendo mis cosas ahora, más allá que haber fracasado en ese matrimonio era un peso importante pero que lo estaba superando desde el amor y el perdón tanto al otro como a mi mismo.

10 meses han pasado ya de aquella oportunidad, y con los sucesos de estos días parece que no estaba tan acertado ya que tratándose de los más caros afectos en muchas ocasiones los padres (o al menos uno de ellos) convierten a los hijos en rehenes de la frustrada rota relación y objetos de extorsión de uno hacia el otro.

Claro que esto se sostiene en el tiempo mientras los hijos no tienen opinión (o creemos no la tienen) aunque por fortuna para el extorsionado los chicos son muy observadores y poseen gran memoria y estos hechos se verán reflejados en ellos cuando puedan demostrarlo con su actitud y comportamiento.

Talvez los adultos tendríamos que reflexionar un poco y recordar como hemos actuado para entender mejor que es lo que está pasando.

Acaso nunca te hiciste la pregunta ¿Qué hice yo para merecer esto?

Si piensas un poco y analizas el porque de muchas cosas es posible te des cuenta que cada cosa tiene su porqué, aunque esté un poco escondido y si lo merecías.

¿Por qué me hace esto si yo lo único que hice es amarlo con todas mis fuerzas?

A veces amar con todas las fuerzas es ahogar al otro y causa rechazo, también sucede que ese niño puede no querer tanto amor desde sólo uno de los padres sino que necesita esté más repartido… es cuestión de equilibrio.

Como todo en esta vida, equilibrio, mesura, sensatez, madurez y sinceridad, pero no con el otro es para con uno mismo. Esto es lo fundamental y lo único que nos salvará.

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