lunes, 19 de enero de 2009

Nosotros y los miedos

El miedo es la identificación con algo que nos parece real y creemos podemos perder.

Esta identificación siempre tiene que ver con el cuerpo. El cuerpo nos parece tan real, que todo aquello que lo ataque o lo amenace, o lo pueda destruir, nos causa terror.
El miedo a que alguien nos ataque, o nos rechace o nos abandone.
El miedo al dolor físico, a la enfermedad y el miedo que engloba todos los miedos: el miedo a la muerte, que significa, literalmente, perder definitivamente este cuerpo.

Este cuerpo que tanto nos preocupa y desespera, ya lo perdimos, desde el mismo momento en que nacemos, estamos empezando a morir.

Cada respiración que es fuente de vida, nos acerca simultáneamente a la partida. "Nacer implica comenzar a morir".

Esto es para entender que vivir y morir son dos caras de la misma moneda, una convive con la otra, y demuestra lo transitorio de la vida y que es sólo un paso por este mundo como puente hacia algo mejor, aunque estamos tan bien engañados que nos parece la única y verdadera.

El cuerpo tiene un tiempo biológico para moverse y expresarse en este planeta tierra. Es nuestro portador del alma quien lo utiliza para experimentar personajes y situaciones en este trayecto, condicionado por leyes materiales que hacen que después de un tiempo, esa misma alma va cambiando de cuerpo, así como nuestro cuerpo cambia de ropa.

Nos hemos identificado tanto con esta cáscara, con este maquillaje, que no queremos perderlo. Es una ironía, porque ni siquiera lo cuidamos en vida, fumamos, vivimos permanentemente intoxicandolo, vivmos en el riesgo autogenerado; pero no queremos que muera.

Descuidamos el balance biológico, lo deterioramos antes de tiempo y cuando intuimos que se acerca la partida, nos aferramos con uñas y dientes a lo último que nos queda de cuerpo. No hemos sabido vivir, y no nos queremos morir y no importa que estemos hechos pelota. El ego se desespera, y el alma se alegra, porque sigue su camino de experimentación de lo irreal, rumbo a la esencia y la verdad.

Cada nacimiento debería acercarnos más a la expresión conciente de nuestra plenitud, pero estamos bastante estancados. Y seguimos naciendo y muriendo, sin darnos cuenta quienes somos.

Tanto es así que la mayoría de nosotros morimos sin haber vivido nunca.

Confundimos vivir, con sobrevivir. Muchos nacen, pero son pocos los que viven. Creemos que cumplir funciones biológicas y ganarse la vida, significa tener una vida y no es así.

Aprovechemos a vivir, con todas las letras. Aprovechemos a conocernos como somos realmente somos, sin prestar atención a lo que durante toda una vida nos han dicho que somos y que nos gastamos en tratar de ser aún a costa de todo lo bueno que nos rodea.

Lo que uno es realmente, eso que somos, no podemos perderlo jamás, no se gana ni se pierde, simplemente ES y tenemos que sacarlo de adentro para poder EXISTIR, para poder SER realmente una fuente.

No podemos tener miedo a perder, lo que NO podemos perder.

El alma no gana ni pierde, no nace ni muere, no negocia ni manipula, no tiene miedo, no siente dolor o placer.

El cuerpo si, el ego y la mente, están sujetos a todas esas cosas ajenas al alma. Si llegamos más rápidamente a la comprensión del SER, la conciencia, que es nuestra condición natural, sin tiempo, sin pasado ni futuro, eternamente existiendo en el presente, podríamos observar con alegría a nuestro cuerpo, cumpliendo su rol divino en este tiempo, realizando ejercicios a cada instante que lejos de anestesiarlo, le permitirán acercarse aquí y ahora a la verdad, única, inalterable y magnífica.

Sería bueno que tratemos de estar un buen rato por día en su silencio interno, donde todo empieza a escucharse con un sonido y una vibración más bella que todos los sonidos del mundo.
Cuando conseguimos escuchar estos sonidos, estamos en la puerta a descubrirnos. Estamos en nuestro verdadero nacimiento y desde donde podremos comenzar a experimentar la vida en todo su esplendor.

Y ¿Dónde quedó el miedo? …. Murió!

No hay comentarios: