domingo, 18 de mayo de 2008

Tiempos difíciles

Hasta nuestros abuelos, la cosa estuvo más o menos clara. El hombre y la mujer asumían un rol muy definido y aceptado y, los problemas de relación en general eran tratados desde ese lugar por cada uno de ellos.

A nuestros padres no les fue sencillo ya que tuvieron que acomodarse a una nueva realidad que por cuestiones económicas y falta de hombres la mujer tuvo que salir a trabajar para ayudar a la economía de la casa.

Por esos años, después de las grandes guerras el mundo entero tuvo pocos hombres y fue muy confuso y la relación hombre-mujer tuvo que acomodarse.

En ese momento surge el feminismo como respuesta al machismo.

El machismo es en parte la negación de la mujer como igual y busca someterla para evitar sea competencia del hombre.

La mujer ocupó lugares que habían quedado vacíos y aportó su trabajo en la recuperación post guerra, y lo hizo muy bien ganando un lugar importante. Al principio con mano de obra simple y cada vez más ocupando posiciones de importancia que provocaron la reacción de los hombres débiles tratando de minimizar lo sucedido y colocando obstáculos a las nuevas competidoras.

Esto es desde lo social, fuera de casa. Y en casa que pasó?
En casa los roles no cambiaron, el hombre trabajaba fuera y llegaba a casa y era el “rey”. La mujer trabajaba fuera y llevaba adelante la casa realizando todas las tareas domésticas.

De a poco el hombre fue colaborando en estas tareas pero la resistencia fue doble, desde el hombre por “lavar los platos” y desde la mujer por “no permitirlo”.

El hombre era “empujado” a colaborar en las cosas de la casa pero al mismo tiempo era rechazado cuando lo hacía.

Después de más de 50 años de estas circunstancias esto está “aceptado” pero se presenta un problema bastante complejo que es asumir el rol que cada uno tiene frente a la vida en dos frentes muy diferentes y contemporáneos. En lo laboral la mujer y el hombre son iguales y en la relación hombre-mujer el hombre debe ser hombre y la mujer, mujer. Nada menos.

Cuando esto no sucede y el hombre no es hombre cuando debe ser, o la mujer no lo es cuando debe ser y en la relación ocupa el lugar de igual, comienzan los roces y la toma de posiciones erradas.

En una relación entre un hombre y una mujer eso mismo debemos ser y, si así es entonces será una buena relación y si hay amor y comunicación será fructífera.

Porque no ocupamos el lugar que nos corresponde?

Porque en ocasiones suele suceder que estamos confundidos porque sentimos tenemos que demostrar tenemos un lugar frente a algún referente que consideramos importante.

Por ejemplo, un padre con un ego de magnitud considerable puede poner el pie en el desarrollo de un hijo (aún sin esto ser adrede) minimizando los logros y exaltando los errores.

Esta situación mamada desde la cuna suele hacer que inconscientemente tomemos el “reto” de demostrar cuan buenos y competentes somos llevando adelante proyectos cada vez más grandes porque de alguna forma necesitamos llamar la atención de ese “ser” ciego a nosotros.

Cuando mayor sea el proyecto encarado más energía tomará de nosotros y cuando la propia no sea suficiente la tomaremos de donde sea, de la relación por esos tiempos (pareja, amigos, hijos, familia, etc).

Cuando desde el otro lado hay comprensión que el otro necesita “espacio y tiempo” uno va tomando esa energía pero en circunstancias que esta situación se hace una costumbre la forma de esa relación se transforma. Los amigos dejan de ser y se enfrenta la pérdida buscando nuevos amigos con estados de crecimiento similares, nos encontramos también en la pérdida de nuestras parejas y señalamos como que somos responsables un 50/50 de la no comprensión del otro y de la falta de comunicación que se produjo en la pareja.

A veces la necesidad de demostrar lo que somos frente a ese “ser” ciego a nosotros nos hace olvidar lo importante ocupándonos de esa “urgencia” y cuando las partes de la pareja son independientes económicamente uno del otro es menos doloroso enfrentar la ruptura que enfocarse en lo importante y dejar de lado la urgencia.

Es como se dice normalmente, los problemas del trabajo quedan en la puerta de casa y los problemas de casa quedan en la puerta del trabajo (ojo que siempre del lado de afuera). Si esto no podemos conseguirlo y se mezcla, la ruptura de la relación sucede en cualquier momento.

La relación hombre-mujer debe ser eso, si en la relación comienza a suceder que es de igual a igual, habrá circunstancias en un hogar que tendremos a dos hombres o dos mujeres relacionándose y no es la relación hombre-mujer de la que hablamos y esa que buscamos el día en que el amor llegó.

Es como que los dos están arriba (o abajo) en una relación sexual. ¿Qué pasa? Es imposible y si uno no cede el lugar que pretende no habrá tal relación.

También en ocasiones y habiendo aprendido a compartir la cocina, dejamos de hacerlo y ese lugar se transforma en punto de disputa y así cada cosa que antes era posible hacer juntos deja de ser lugar de encuentro.

Somos iguales cuando no debemos y no sabemos cuando debemos.

Es como cuando la tratamos como mujer, ella quiere ser tratada como igual y cuando la tratamos como igual necesita ser tratada como mujer.

¡Que problema cuando en general así es! ¡Siempre a contramano!

Así no es posible ninguna relación y el conflicto toma dimensión y un peso muy grande cuanto más importante es esa relación y no encontramos la manera de sostenerla porque constantemente está como “minada” por el otro … o por nosotros. Aquí suelen llegar voces que nos dicen “por algo será” y poco a poco la relación verdaderamente es minada y, finalmente, destruida.

El verdadero problema y el gran objetivo que tenemos que poner delante de nuestro camino, “aprender a ser lo que somos en el ámbito que corresponde y entender que necesita el otro y saber expresar que necesitamos nosotros”

Es como querer helado de chocolate y no decirlo a nadie y sentarnos a esperar que alguien nos lo dé. JA !!! ¿Pasará? Probabilidad mínima y si sucede, quien lo haya hecho tiene probabilidad cero de repetir “adivinar” nuestros deseos.

Por esto es muy importante aprender a conservar nuestro lugar para así conservar cualquier relación.

jueves, 15 de mayo de 2008

Que cortos de vista somos cuando tenemos que mirarnos !!!

La vida es muchas veces equivocada y digo la vida porque es costumbre de casi todos echarle la culpa a otro para no hacernos cargo de lo propio.

A medida que crecemos (se puede decir así?) nuestro físico experimenta cambios, al principio evoluciona, crece, somos una esponja y cuando llega nuestra “madurez” comenzamos a sufrir pérdidas entre las que podemos mencionar, pérdida de la vista, nuestro rendimiento físico merma, nuestra capacidad de aprendizaje se reduce y nos ponemos más rígidos en general.

En referencia a la vista es por partida doble, muchas veces necesitamos anteojos para leer o ver de lejos y por fortuna la medicina siempre encontrará una solución para corregir la falencia. Hasta aquí lo físico.

El otro aspecto y verdaderamente grave, ya que la solución no es simple, es cuando somos cortos de vista hacia lo que nos pasa con nosotros y en nuestra relación con los demás. No “vemos” lo evidente, ni a nosotros ni al otro y la respuesta que nos damos frente a ésta ceguera es “el otro”, y no nos hacemos cargo de nada y andamos por la vida de ésta manera.

Muchas veces decimos “pongo todas las piedras en mi mochila” y salimos a hacerle frente a nuestra realidad.

ERROR !

Hay que sacar las piedras de nuestra mochila y andar livianos por esta vida y es más fácil aceptar nuestra realidad y poder mejorarla. Pero hay que tener cuidado con “aceptar” porque no es desde la resignación sino desde la no resistencia que es muy diferente.

Muchas veces, bajo presión, hacemos y decimos cosas que en otros momentos no haríamos ni diríamos y aquí es donde tenemos que comenzar a vernos.

En general decimos, dije tal cosa porque estaba estresado o confundido o ese día tuve muchos problemas”. Esta circunstancia hay que aprovecharla y debe servir para poder ver porque en esas circunstancias actuamos así.

Actuar así no es bueno para nosotros ni para quienes están con nosotros. Si actuamos así es porque algo mal estamos haciendo. Si comenzamos a aceptar, no hay lugar para el estrés, no hay lugar para confusión ni para los problemas y comenzamos a vivir mejor y a relacionarnos mejor con los demás.

Pero, ¿que pasa cuando nosotros hemos conseguido aprender a aceptar y los cortocircuitos en nuestra relación con los demás siguen ocurriendo?

En ésta situación hay que revisar esa relación y analizar que pasa.

Se dice que para que haya diálogo dos (al menos) tienen que hablar y escuchar, principalmente escuchar sino es un monólogo doble de dos sordos y consecuentemente no es diálogo y lo peor de todo es que ambos creen están dialogando.

Si es así, entonces en la relación uno no aprendió a aceptar y lo que hace es “resistirse” a su realidad enfrentando y no aceptando. Por esto suceden los cortocircuitos.

Aquí planteo una situación. Si así sucede y decimos “el otro no aprendió a aceptar”, estamos poniendo la culpa en el otro y no nos revisamos nosotros. Entonces no aprendimos nada.

No, no es así.

Decir esto es aceptar que el otro puede estar viviendo una realidad diferente a la nuestra y no está obligado a vivir como nosotros hemos aprendido o estamos aprendiendo. Tenemos que aceptar que cada uno de nosotros tenemos tiempos distintos de aprendizaje y voluntades distintas para lo mismo. También tenemos que aprender a aceptar que cada quien tiene derecho a vivir y sentir como cree es mejor y que nuestra elección no es la única válida.

Y por último, si en algún momento nos descarrilamos no nos tiene que hacer creer que todo lo que hemos logrado ha sido en vano porque no somos perfectos y tenemos derecho a equivocarnos.

Si, finalmente, aceptamos esto mucho mejor podremos vivir y cuando haya algún cortocircuito tener la capacidad de reflexión para entender que pasó y seguir adelante.

Seguir adelante, y no es poco.