lunes, 5 de enero de 2009

El pendulo

Muchos dicen que el 2008 fue malo y piensan que el 2009 será peor.

Lo que no saben es que muchos de nosotros sentimos (y tenemos) la convicción que el 2008 no fue malo y esperamos (con esperanza) que el 2009 se igual o mejor aún.

Esto es algo que escuchamos año tras año, la misma excusa para que la mente quede prisionera de recuerdos negativos del pasado y de esperanzas trasladadas a un futuro siempre irreal porque lo iremos construyendo poco a poco nosotros.

¿Qué deseos esperamos, si en verdad nunca hay límite a los deseos?

Mientras la mente dolida y anhelante conduzca, no puede haber paz ni dicha.

Siempre recuerdos que vuelven y miedos que se presentan.

Siempre hay añoranzas nostálgicas y deseos probables pero no ciertos.

Así seguimos como en un péndulo, oscilante, previsible y finalmente sufrido.

¿Por qué no logramos detener ese péndulo en el único instante en que se puede modificar una vida reiterada, automática e insatisfactoria?

Ese instante único, perfecto en nuestra eternidad es ahora. Ya!

Sin más gastos de energía, tiempos mentales y elucubraciones ilusorias, sobre lo que deberíamos o no hacer en la historia diaria para mejorar en nuestra vida.

Este es el momento que siempre estuvimos esperando, aunque la mente se rebele para salir de la ignorancia "educada" durante años.

Sólo se trata de eso, entender que hemos llevado una vida ignorante, y que esa ignorancia se puede ir yendo ya mismo como arena entre los dedos.

Cuando nos identificamos con el cuerpo que tenemos y con el rol que ocupamos en este mundo, entramos en plena práctica de la ignorancia, y vivimos vida tras vida sin poder salir de ella, creyendo que nacemos y morimos, deseamos y logramos, acumulamos y perdemos, amamos y destruimos, y de eso se trató nuestro paso por el planeta.

Como esos roles que creemos son verdaderos, el padre, el hijo, el marido, la esposa, el hermano, el jefe, el empleado, el pobre, el rico, el amante, el solitario, el poderoso, el atractivo, el depresivo, el sano, el moribundo, el lindo y el feo, dependen para su existencia de la mirada del mundo, del gusto y la opinión de los otros, que a su vez sobreviven desesperadamente negociando su propia ilusión de que son reales.

¿Cómo puede haber un instante de realidad entre nosotros a la deriva que no nos damos cuenta de los hilos con que son manejadas y creen tener vida propia?

Si un padre para ser feliz depende de su hijo, de su esposa, de las relaciones con el resto de la familia, de lo que le deberían agradecerle, considerarle o retribuirle por sus esfuerzos, o de que remuneración debería tener por sus sacrificios, o de cómo el estado, el empleador, su equipo de fútbol favorito o el clima deberían responder periódicamente para ver si la ensalada de su vida está sabrosa, o incomible; eso nos demuestra la total poca importancia de esto que llamamos vida y que no deja de ser una negociación absurda, perdida de antemano, porque quién puede pretender paz o deleite resultante de su interacción con tantas otras mentes tan o más frágiles o engañadas como la nuestra.

¿De dónde viene esta ignorancia?

Los grandes seres espirituales a través de las distintas épocas nos llevan una y otra vez a que indaguemos esto:.

¿Quiénes somos realmente y quiénes hemos estado creyendo que éramos?
¿De dónde viene esta falsa creencia?
¿Esta falsa identificación con que soy mi ego, mi cuerpo, mi personalidad, mi rol, mis elecciones, mis moldes, mi pasado, mis miedos, mis deseos, mis opiniones, mis juicios, y mi forma continua de manipular y ser manipulado por el mundo?

Proviene de que no solemos escuchar la verdad que nos hubiera hecho ser libres.

La trampa del mundo, la forma impecable e implacable en que está jugando sus cartas, es la de impedir que los seres despierten, atrapándolos en un laberinto de ofertas y demandas, de sometimientos y soledades, de exigencias, culpas y sistemas de castigo o recompensa, por supuesto, siempre inalcanzables; pero con continuas promesas de esperanzas, última trampa mortal de la mente para sacarnos del único instante real, en el cual todo este sistema externo del mundo puede colapsar en un suspiro, en el mismo momento en que podamos vislumbrar nuestra verdad y saber que siempre fuimos libres, aunque no se nos dijo; que todas las liberaciones que buscamos, ya eran nuestro estado natural, y que no hay que buscar ninguna felicidad fuera, porque la felicidad es lo que siempre hemos sido, si hubiesemos podido incorporar a nosotros ese interior olvidado y experimentar que todo lo que anhelamos hoy sería un pálido reflejo de nuestra vida.

Cada vez que podamos y sea sentido, hay que tomar un momento en calma, no mirar afuera, ni recuerdos o sensaciones que tengan que ver con este cuerpo, o miedos y deseos que este mismo cuerpo pueda tener; o por lo menos sepan que esos pensamientos que buscan el afuera, se van a ir yendo en proporción y muy rápido en cuanto llevemos la conciencia hacia nuestro corazón, y sepamos que no hay nada afuera, que no esté ya en nosotros, que todo lo que existe afuera, para que pueda existir necesita un sujeto que lo sienta, y que se enfoque en eso, ese sujeto es nuestra mente, y si vamos quitando la mente de esa conciencia limitada y externa.


¿A dónde va a dirigirse? ¿en dónde va a posarse si dejamos de alimentar aquello que le es habitual, automático, rutinario? ¿a dónde va la mente que ya no puede correr detrás de tanta ilusión?

Nuestra mente va a dirigirse hacia el Ser. Hacia lo que somos.

Dejemos de vivir de lo que no somos y será un acto de sabiduría amorosa para descubrir nuestra verdad.

Pero la verdad, ¿qué es?

Busquemos sobre esto. Vayamos a nuestro interior, fuera de nosotros no hay refugio, no perdamos tiempo buscando afuera lo que siempre fue nuestra naturaleza y esencia, una conciencia ilimitada, frente a la cual desaparece la miseria en la que estuvimos embarrados durante tanto tiempo.

Es hora de despertar, es hora de amar, es hora de ayudar a despertar, sin amenazas, sin imposiciones, sin condicionamientos, sin presiones, sin ruegos, sin cielos ni infiernos. Sólo con amor.

Amor, es lo que somos y no podemos dejar de ser.

Toda una vida se resuelve con amor en un instante y ese instante no es uno en especial sino que pasa a ser especial cuando lo hayamos elegido porque se transforma en el punto de inflexión de nuestra vida.

Es como nacer nuevamente y tirar por la borda tantos años de ignoracia y pasamos a ser los conocedores de la verdad, Nuestra verdad.

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