Es mi gran pregunta y, creo que, es la de la gran
mayoría de los padres desde siempre.
Hace décadas la cuestión era muy simple (si es que así
podemos denominarlo) ya que si se quería una buena educación para los hijos se
los enviaba a “internados” o a escuelas privadas (generalmente de curas o
monjas) en las que se les daba la instrucción curricular y debían vivir dentro
de las reglas de convivencia propias de esa institución.
Todos, en mayor o menor medida, hemos sabido de los castigos
que por entonces se les propinaba a los alumnos que se resistían a encajar
dentro de las reglas establecidas.
Hoy en día todo esto quedó en el olvido y la mayoría
de nosotros hemos crecido en un hogar mucho mejor que aquello de hace tanto
tiempo y, considero, mucho mejor que los que podemos ver en la mayoría de los
hogares de hoy.
Crecí en un hogar con mamá y papá, en el cual había
distribución de “tareas”. Papá era el proveedor de casi todo lo “material” y
mamá era la reina de la casa, la proveedora de la educación, del afecto, de la
transmisión de los valores y de la determinación de las reglas de convivencia
entre los niños y entre niños y adultos.
Si había algún problema generalmente se solucionaba
con “Ya verás cuando tu padre vuelva”… y esta “amenaza” casi siempre resultaba
sin siquiera la intervención del padre quien, si debía intervenir lo hacía
escuchando los sucesos y dando total apoyo a esa madre y tratando de mediar en
una solución que conforme a todos.
Hoy en día no siempre es tan simple. Hoy la necesidad
económica hace que la mayoría de los matrimonios deban salir a trabajar y dejan
la educación de sus hijos a la escuela sea estatal o privada, aún sabiendo que
esos maestros no ponen mucho énfasis ya que sus salarios no les incentiva a
realizar sus tareas como se hacía hace 30 ó 40 años atrás.
Esto situación deja a la deriva la formación del niño
y es agravada en muchos casos por el divorcio de ese matrimonio y especialmente
en los casos en los que los padres no consiguen ponerse de acuerdo en un
“discurso único” que deben decir para sus hijos que otras tantas veces se
transforman en moneda de “cambio” frente a las diferencias de los ex –
cónyuges.
Es así que los chicos “hacen lo que quieren” y viven
de acuerda a reglas autoimpuestas y especulando que obtienen en su beneficio
según a quien tengan enfrente.
Esto no estaría tan mal si estas “reglas” fuesen con
cierta racionalidad pero casi siempre no lo son… No olvidemos que las redacta
un adolescente quien no es persona idónea ya que está en pleno proceso de
formación y sus intereses son absolutamente inmediatos y no posee visión de
futuro ni la posibilidad de planear en la mayoría de los casos ni en el mediano
plazo.
En nuestra adolescencia, incluso en la niñez, cuando
nos preguntaban “¿Qué vas a ser cuando seas grande?” casi siempre escuchábamos…
doctor, policía, bombero, ingeniero, veterinario…
Hoy es muy frecuente escuchar… licenciado en
alpedismo… o famoso… o millonario… y algunas veces, solo algunas veces
escuchamos una idea mas o menos cierta de “que quieren para si” en el futuro.
¿Cuáles son las razones de estas respuestas? ¿Por qué
nuestros hijos han perdido el interés por su futuro? ¿Han perdido el interés
por el conocimiento? ¿Han aprendido que lo que ellos no hacen habrá otro que lo
haga?
Si hemos llegado a éste punto, ¿Cómo se hace para
cambiarlo? ¿Cómo se hace para enseñar que uno se siente mejor con uno mismo
cuando obtiene por su esfuerzo lo que desea que cuando alguien lo hace por él?
Si desde que eran pequeños no les incentivamos la
curiosidad, el deseo de saber, las ganas de ser autosuficientes… ¿Cómo se hace
durante la adolescencia?
Hoy por hoy, soy papá divorciado de una nena de 8 años
con quien creo tengo una gran relación apoyada desde el amor casi
incondicional… digo casi porque en casa siempre hay “condiciones”… es decir
que, las condición es que todo está disponible pero siempre hay que hacer algo
a cambio… que hay premios y castigo si algo se hace como “debe ser” o como “no
debe ser”…
A que me refiero? Por ejemplo a la escuela… al
comportamiento, a las calificaciones, al cuidado de sus materiales y al vínculo
con sus pares…
Me refiero al orden en casa… con sus cosas y con las
de la casa en si misma… me refiero al “acompañarse” mutuamente y a la
distribución de los espacios de cada uno.
Es así que está claro que el “trabajo” de ella es la
escuela… y su salario… las calificaciones… En casa, la cosa es aún con algunas
pocas intervenciones (por su edad y porque en general lo hago “más” rápido)
pero cada vez más está el juego de “que rico que cocinaste pá! Y alli mismo mi
propuesta… “querés que te enseñe y cocinamos juntos”…
Y así son mis días de padre “maestro”, con muchas
dudas sobre lo que estoy tratando de enseñar… simplemente con el deseo que el
día que yo no esté, dejar una persona que sepa desenvolverse sin mayores
dificultades en esta vida que le toca vivir.
¿Qué me muerdo los labios cuando tengo que decirle que
no a algo que me gustaría permitirle? ¡Claro que sí! Muchas veces, pero sé en
mi interior que ese NO es mejor que decir SI en muchas circunstancias… Sé que
ese NO enseña mucho más que el SI cuando no puedo justificarlo.
¿Qué cuando veo los pequeños logros de ella se me
llenan los ojos de lágrimas? ¡Claro que sí y se me hincha el pecho de satisfacción!
Y ahí vamos, acertando, errando… corrigiendo… pensando
como hacer más adelante… mirando de los otros… como lo han resuelto, adaptando
la “solución” a mi idiosincrasia… en fin… prueba y error… pero con el
convencimiento que es lo mejor que puedo y que cada cosa la apoyo en el amor y
en el fuerte deseo de hacer bien, de mostrar un camino.
Sólo me queda pedir fuerza y claridad en mis
elecciones para poder moldear ese temperamento y dar todas las herramientas
para que ella lo complete de acuerdo a sus deseos.
Y es que debo agradecer a aquellos que hicieron esto
de mí, quienes lo hacen cada día y quienes lo harán junto a mi en cada paso que
doy y que daré.