sábado, 16 de febrero de 2008

De las reglas y cuando saltarlas

Todos nacemos libres y morimos esclavos.
Nacemos libres y la sociedad a medida que crecemos nos impone reglas, regulaciones, moralidad, disciplina, cultura, etc y vamos perdiendo la soltura, la naturalidad y a nuestro ser natural.
Es como que a medida que crecemos una armadura se forma alrededor nuestro que nos protege y nos aísla al mismo tiempo, es una fortaleza a través de la cual miramos y tratamos de vivir.
Perdemos nuestro ser y buscamos en los otros su aprobación, condena, aprecio. Tomamos el criterio de otros y los imitamos y seguimos. Ahora, nada más evidente que hemos dejado de ser nosotros y sólo somos imitadores.


Algunos aceptan esto y así viven, otros se revelan. Ambas cosas son extremos y como tales no nos sirven, hay que encontrar el medio, el equilibrio, un centro.
Una persona “centrada” es suelta y natural, es ella misma, es libre y es lo más elevado porque ha alcanzado su conciencia y no necesita de las reglas para vivir. Está más allá de ellas, y no significa romperlas sino estar por encima. Por ejemplo, de que sirve el mandamiento “no desearás la mujer de tu prójimo” si en tu naturaleza no está desearla ya que sólo deseas a tu mujer.

Eso es vivir sin reglas, no las necesitas la única que debes seguir es a tu propia conciencia. Vive naturalmente, mira dentro de ti y actúa. Nada más puro que el fruto de tu conciencia.
En la vida tendremos que buscar algunos espacios propios en los que podamos, simplemente, cerrar los ojos y mirarnos. Buscar nuestro centro y seguir adelante.

Buscar dentro de nosotros y no preocuparnos por que dirán los demás. Los otros tienen sus propios criterios y vivencias y cada quién dirá algo diferente y si escuchamos esto será nuestro fin porque viviremos la vida de otros y no nos calza.
Si escuchas a un desdichado, lo serás. Si escuchas alguien con odio, lo tendrás. De ésta manera será muy difícil encontrar tu centro.

¿Cómo llamamos a aquellos sin centro? Excéntricos. Pero así llaman a los locos!!! Y si uno escucha demasiado a los otros pierde el centro, se vuelve excéntrico, es decir, un poco loco.
Pero esta locura tiene cura y podemos alcanzarla.

Siéntate en algún lugar calmo, en penumbras e intenta escuchar el sonido del aire, del viento. Luego, intenta escuchar tu respiración, casi podrás escuchar los latidos de tu corazón. Estás centrándote, estás encontrando un poco de tranquilidad y calma.
Ahora, puedes preguntarte lo que desees y podrás escuchar la voz de tu interior, siéntela y sigue ese sentimiento y poco a poco comenzarás a ignorar los criterios ajenos y te conducirás con los propios. Comenzarás a sentir que lo bueno para vos no necesariamente es bueno para otros. Y podrás conseguir todo lo que desees y nadie podrá desviarte.

La coraza la tienes, solo hay que utilizarla cuando es necesaria y cuando no lo es quedará en el placard. Tu coraza es sólo eso, no es tu prisión.
Es aprender a ser niño, a ser original, a buscar tus propios límites y no los que pusieron otros, es aprender a ser flexible.

Y flexibilidad es juventud, rigidez es ancianidad.
La muerte es rigidez absoluta y la vida es soltura y flexibilidad.

Cada uno elije. Esta es la llave.

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