domingo, 6 de febrero de 2011

Los finales duelen… siempre

Cuando llega el fin de una vida, de una etapa, de una relación siempre nos sentimos dolidos. Es como que ese fin es nuestro fin.

Cuando una vida termina, es un fin doloroso, muy doloroso pero como es algo definitivo… no queda otra alternativa que aceptarlo y continuar viviendo.

Cuando es una etapa la que termina es diferente, se mezclan muchas cosas. Por ejemplo cuando termina un ciclo en la escuela y avanzamos al nivel siguiente, mas que dolor lo que nos sucede es la “invasión” de la incertidumbre, del temor a lo que vendrá, del temor a no saber si podremos con eso.

Cuando el fin es el de un romance suele ser un periodo muy doloroso y nos decimos continuamente y nos castigamos pensando que el hecho de que la otra persona ya no desee estar con nosotros significa que no valemos lo suficiente, y muchas veces nos hundimos en una profunda desesperación.

No es verdad que no valgamos lo suficiente.

Visto desde otro lado, también pasa que uno siente que no pudo. Un nuevo fracaso. Y no es así.

Todas las relaciones son experiencias de aprendizaje. Nos unimos y compartimos energía y experiencias durante un tiempo. Juntos aprendemos lo que podemos. Después si llega el momento de separarnos. Es normal y natural.

No hay que aferrarse a una relación romántica desgastada, simplemente para evitar el dolor de la separación. No hay que aceptar malos tratos físicos o emocionales simplemente para estar con una persona. Jamás será una vida plena y satisfactoria si nos aferramos a viejas experiencias.

Cuando permitimos que nos traten sin respeto, decimos "Estas afirmaciones negativas me hunden", pero en lugar de hacer eso, escuchemos las señales.

Cuando una relación se acaba, la Vida nos da la oportunidad de una nueva experiencia. Ese puede ser un tiempo para agradecer, para reconocer y apreciar todos los momentos felices que se pasaron juntos, y para valorar todas las experiencias de aprendizaje. Después es necesario liberar a esa persona con amor y dar el siguiente paso en nuestra vida. Es un tiempo para amarnos (a nosotros mismos) con ternura y comprensión. No es el fin del mundo; es el comienzo de una nueva fase. Sintiendo amor por uno (amor propio, no confundir con egoísmo), esta nueva vida puede ser mucho más maravillosa que la que ha terminado.

A medida que aumente tu sensación de amor, tu autoestima, y a medida que aprendemos a querernos esa persona ideal para compartir nuestro creciente sentimiento de intimidad se sentirá atraída hacia nosotros como un imán.

Pero lo más importante de todo es que no tendremos que renunciar a ninguna parte de nuestra intimidad para estar con esa persona porque esa persona es parte de nuestra intimidad.

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