domingo, 19 de diciembre de 2010

SENTIRnoS BIEN

Sentirnos bien hoy día no es algo simple. El ritmo de vida que hace corramos todo el tiempo hasta el punto que el Fast food es la única alternativa… para ingerir algo. Digo ingerir porque eso no es comer.

Para sentirnos bien no tenemos que sentir dolor, ni de cabeza ni de muelas, ni de cintura…que son los dolores físicos que con poco generalmente desaparecen aun sean todo lo severos que parezcan y que nos “anulen” por unas horas… Hay un dolor que nos impide sentirnos bien, este es el dolor de corazón.

Este dolor no se va fácilmente y se produce porque la mente tomo el “control” y eso hace que el corazón trabaje mal y le duele.

Donde vimos que una herramienta mande? Y eso es la mente, una herramienta. Es como en muchos lugares de trabajo en donde manda un inútil… y los demás, sin importar que tan eficientes sean, deben aceptar las “ordenes” del que “manda” generando un kaos general que impide las cosas funcionen correctamente.

De la misma manera pasa con las personas.

Sentirse bien con uno mismo y con los demás es estar en equilibrio. Si de verdad deseamos sentirnos bien, tendremos que poner fin a las agresiones, luchas e inquietudes que sólo consiguen cansarnos y quitarnos energía.

El equilibrio debemos crearlo siempre en nuestro interior, aceptándonos y a los demás. La intranquilidad y el remordimiento lo generamos con las batallas que libramos en nuestra propia mente al proponemos objetivos que no dependen de nosotros, se produce cuando hacemos que nuestra paz interior dependa de que los demás cambien.

Generalmente adjudicamos nuestros estados depresivos, nuestro mal carácter, nuestra desidia o nuestra desgracia a familiares, amigos, pareja, compañeros de trabajo o conocidos que no respondan exactamente a las expectativas que teníamos sobre ellos, o ni siquiera persigan el objetivo que nosotros les habíamos fijado.


Perdemos la tranquilidad, nos desequilibramos y nos enojamos porque los demás no acomodan su vida y su conducta a la nuestra y por eso les acusamos de ser la causa de nuestras desgracias y de que vivamos tan alterados.

No es sensato hacer depender nuestro equilibrio, nuestra felicidad, nuestra paz interior de la conducta de otras personas en relación a nosotros.

Al proponemos como meta cambiar a otro, le estamos otorgando el poder de decidir si disfrutaremos o no de paz y de felicidad. No existe actitud más inmadura e infantil y, sin embargo, pocos adultos llegan a comprender en su vida que la paz, la madurez mental y el equilibrio son siempre un proceso interior, dinámico y privativo de cada uno.

Son nuestros pensamientos quienes deben cambiar para lograr el equilibrio y para que los pensamientos cambien debemos conseguir que nuestra mente sea herramienta de nuestro corazón.

Si aprendemos a mirarnos, podemos llegar a sentirnos bien con nosotros mismos.

Cada vez que nos descubramos a nosotros mismos culpando a otros de nuestras desgracias y problemas, queriendo cambiarles para que se amolden a nuestros deseos, debemos darnos cuenta que estamos alimentando nuestro propio desequilibrio.

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