viernes, 20 de abril de 2012

La Negación de la Edad

La negación de la edad es una tontería. Yo no tenía miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años porque siempre pensé llegaría hasta los 50. Ahora, que más o menos estoy instalado en mis 50, me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, mi hija, una nueva compañera, algo de justicia social, algo de solidaridad (y también los asados y el malbec…).

Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo.

Cuando cumplí cincuenta años no hice fiesta, aunque la tengo en carpeta. Entonces me dije: tengo dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció horrible.

Cuando no asumís la edad, no gozás ni la edad que tienes ni la que quieres aparentar.

El temor a la vejez hace que la ocultemos, que la consideremos como algo no digno, a escondernos en un geriátrico porque ya no servimos más.

En los Estados Unidos hay una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya está muy viejita y tiene el rostro con las arrugas del tiempo. Es conductora de un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble.
Cuando estuve en Italia, en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas.
Pero en Argentina, cuando llegás a viejo, te meten en un geriátrico y no aprovechan tu historia, que es necesaria para construir el futuro.

En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Aquí, los viejos, son como una gran biblioteca... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas.

En los países de la cultura occidental, con tecnológica, en donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería… Aunque diría que es como tirar a la basura la experiencia y la serenidad.

En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos y exitosos.

Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo.

Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas.

• Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad.
• Si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.
• Si se nos niega la adultez, vamos a perder la vida.
• Si se nos niega la vejez, vamos a perder la sabiduría.

Lo importante es seguir creciendo, como pasando por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida.

La gran urbe genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no caben los abuelos, van al geriátrico, después tienen que mandar a los niños a la guardería… Pero ¿quiénes serán los mejores cuidadores para ese niño? Sus abuelos. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario... Ya no tienen la responsabilidad de proveer y eso los libera de tensiones.

En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los abuelos cuidan al niño, las dos puntas de la vida se complementan.

En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, ellos se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.

En cambio, en las sociedades más sanas, la vejez es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido. La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales.

De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, el inicio de la vida.

Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y quien tiene un proyecto se aleja de la muerte.

“Es por eso que los ancianos que continúan trabajando o en algún tipo de actividad tienen mejor salud… tienen un proyecto y eso aleja a la muerte, ésta estará tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”. Cuando digo mejor salud no me refiero exclusivamente a lo físico sino que al todo e incluyo a lo mental… sino mirá un viejo activo y otro que se la pasa en casa mirando la tele… uno es vivaz y el otro amargado… ¿hace falta que explique cual es cual?

El tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo se puede construir?, La esperanza se construye como siempre ha sido, trabajando en algo que nos haga sentir útiles, en algo que sostenga nuestra autoestima alimentada y es así que si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza.

“Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida”

Texto basado en: Alfredo Moffat -Psicólogo social, psicodramatista y arquitecto argentino. Terapista de crisis. Nació en 1934 y es considerado uno de los discípulos predilectos de E.Pichón Riviere. Participó en la fundación de la Escuela de Psicología Argentina.

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